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Los Yaquis en la Ruta del Exilio

Los yaquis que se dirigen a Yucatán, al llegar al puerto de Guaymas, Son., abordan un barco de guerra del gobierno hasta el puerto de San BIas. Después de cuatro o cinco días de travesía, desembarcan y son conducidos a pie a través de una de las sierras más abruptas de México, desde San BIas a Tepic y desde Tepic a San Marcos.

Tal vez en línea recta, la distancia sea de poco más de 160 kilómetros, pero con los rodeos del camino se duplica la distancia y requiere de quince a veinte días de viaje. Se hace alto en unos campos de concentración a lo largo de la ruta, así como en las ciudades principales. Durante el camino se desintegran las familias; esto sucede principalmente en Guaymas, San Marcos, Guadalajara y la ciudad de México.

Aqui se puede apreciar a los Yaquis caminando a lo largo del Rio Sonora rumbo a su Exilio a Yucatan, al fondo se aprecia el Cerro de la Campana -cortesia: Carlos Amaya-

Desde San Marcos, se lleva a estos infortunados por el Ferrocarril Central Mexicano hasta la ciudad de México, y desde ésta por el Ferrocarril Interoceánico hasta Veracruz. Aquí se les amontona en un barco de carga de la Compañía Nacional, y al cabo de dos a cinco días desembarcan en Progreso, donde son entregados a los consignatarios que los esperan.

En el viaje a Yucatán, mi compañero L. Gutiérrez de Lara y yo vimos bandas de desterrados yaquis; los vimos en los encierros de los cuarteles del ejército en la ciudad de México; nos juntamos con una cuerda de ellos en Veracruz, en fin, navegamos con ellos de Veracruz a Progreso.

Había 104 amontonados en la sucia bodega de popa del vapor carguero Sinaloa, en el cual embarcamos. Creíamos que sería dificil encontrar la oportunidad de visitar este antro infecto; pero afortunadamente nos equivocamos. Los guardias cedieron fácilmente a unas palabras amistosas, y apenas había iniciado el barco su marcha, mi compañero y yo estábamos sentados sobre unas cajas en la bodega, junto a un grupo de desterrados reunido alrededor de nosotros; algunos de ellos, ansiosos de tabaco, chupaban furiosamente los cigarillos que les obsequiamos, Y otros mordían silenciosamente plátanos, manzanas y naranjas que también les habíamos regalado.

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Cuento: «La Yaqui Hermosa» de Amado Nervo

La Yaqui Hermosa es un cuento por Amado Nervo (1870-1919). Nervo se conoce mejor como poeta, pero aquí tenemos uno de sus cuentos breves.

En este cuento breve, Nervo nos cuenta la historia de una yaqui joven, comprada como esclava. Como fue común en aquella época, unos cuantos esclavos fueron llevados a otra parte de México por los españoles para trabajar en una hacienda. El terrateniente, un criollo amable (para ser dueño de esclavos), intenta tratar bien a la yaqui hermosa, pero no puede superar el orgullo cultural de los yaquis.

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Primera Parte

Los indios yaquis—casta de las más viriles entre los aborígenes de México—habitan una comarca fértil y rica del estado de Sonora; hablan un raro idioma que se llama el «cahita»; son altos, muchas veces bellos, como estatuas de bronce, duros para el trabajo, buenos agricultores, cazadores máximos… y, sobre todo, combatientes indomables siempre.

Su historia desde los tiempos más remotos, puede condensarse en esta palabra: guerra.

Jamás han estado en paz con nadie. Acaso en el idioma cahita ni existe siquiera la palabra «paz».

Pelearon siempre con sus vecinos, así se llamaran éstos chichimecas, apaches, soldados españoles o soldados federales.

No se recuerda época alguna en que los yaquis no hayan peleado.

De ellos puede decirse lo que de Benvenuto Cellini se dijo: «que nacieron con la espuma en la boca», la espuma de la ira y del coraje.

La historia nos cuenta que Nuño de Guzmán fue el conquistador que penetró antes que nadie en Sinaloa y Sonora, y llevó sus armas hasta las riberas del Yaqui y del Mayo. El primer combate que los yaquis tuvieron con los españoles fue el 5 de octubre de 1535. Comandaba a los españoles Diego Guzmán, y fueron atacados por los indios, que en esta vez resultaron vencidos, pero tras un combate muy duro. Los españoles afirmaron después que nunca habían encontrado indios más bravos.

Con antelación, a manos de los yaquis habían perecido Diego Hurtado de Mendoza y sus compañeros, quienes desembarcaron osadamente en la costa de Sonora.

La lucha en serio con los indios empezó en 1599, siendo capitán y justicia mayor don Diego Martínez de Hurdaide. Desde entonces esta lucha ha continuado sin cesar.

Recientemente el Gobierno federal inició nueva acción contra las indomables tribus, y para dominar su tenacidad bravía, casi épica, hubo de recurrir a medidas radicales: descepar familias enteras de la tierra en que nacieron, y enviarlas al otro extremo de la república, a Yucatán y Campeche especialmente. Lo que el yaqui ama más es su terruño. La entereza de raza se vio, pues, sometida a durísima prueba.

En Campeche los desterrados fueron repartidos entre colonos criollos, que se los disputaban ávidamente, dada la falta de brazos de que se adolece en aquellas regiones para las faenas agrícolas.

Un rico terrateniente amigo mío, recibió más de cien indios de ambos sexos.

Separó de entre ellos cuatro niñas huérfanas y se las envió a su esposa, quien hubo de domesticar a fuerza de suavidad sus fierezas. Al principio las yaquitas se pasaban las horas acurrucadas en los rincones. Una quería tirarse a la calle desde el balcón. Negábanse a aprender el castellano, y sostenían interminables y misteriosos diálogos en su intraducibie idioma, o callaban horas enteras, inmóviles como las hoscas piedras de su tierra.

Ahora se dejarían matar las cuatro por su ama, a la que adoran con ese fiel y conmovedor culto del indígena por quien lo trata bien.

Entre los ciento y tantos yaquis, sólo una vieja hablaba bien el castellano. Era la intérprete.

Segunda parte

Cuando mi amigo los recibió, hízolos formar en su hacienda, y dirigióse a la intérprete en estos términos:

—Diles que aquí el que trabaje ganará lo que quiera. Diles también que no les tengo miedo. Que en otras haciendas les vedan las armas; pero yo les daré carabinas y fusiles a todos… porque no les tengo miedo. Que la caza que maten es para ellos. Que si no trabajan, nunca verán un solo peso. Que el Yaqui está muy le- jos, muy lejos, y no hay que pensar por ahora en volver… Que, por último, daré a cada uno la tierra que quiera: la que pueda recorrer du- rante un día.

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Y de Postre… Coyotas, 100% Sonorenses

Antes de mostrarles la Receta de esta exquisitez, es bueno conocer algo de su origen, espero disfruten la lectura por igual…

Historia de unas ricas galletas dulces, las Coyotas de Sonora

Sonora es uno de las provincias mexicanas más extensas por su tamaño y con paisajes semidesérticos y desérticos muy hermosos, altas montañas de la Sierra Madre Occidental, hermosas ciudades ubicadas particularmente al lado de los ríos como el Yaqui y bellas playas como Guaymas y Bahía Kino.

Sonora estuvo poblada por numerosos pueblos indígenas aridoamericanos, es decir, dedicados particularmente a la caza y a la recolección, aunque también existieron grupos indígenas cazadores-pescadores-semiagricultores ribereños como los yaquis y los mayos, o algunos otros, como los seris, ubicados en la costa central de Sonora y algunas islas como la llamada Tiburón. Este territorio también fue ocupado por otros pueblos originarios como los ópatas, los cocomaricopas, los pimas, los pápagos, por ejemplo.

Asimismo, estuvieron ubicados los apaches, los jocomes y los janos, nómadas cazadores recolectores que atacaban a los otros grupos étnicos para saquear sus poblados. Los conquistadores españoles pudieron ocupar esta vasta provincia a fines del siglo XVII, anteriormente, la belicosidad de sus habitantes no se los había permitido.

Otro factor importante fue el proceso de evangelización que efectuaron miembros de la Compañía de Jesús, la llegada de españoles interesados en los hallazgos mineros que se convirtieron en reales importantes como el de Álamos, o las grandes haciendas y estancias dedicadas al cultivo de cereales como el trigo, además del maíz, y a la cría de ganado vacuno particularmente.

Uno de los principales jesuitas de esta empresa evangelizadora llamado Eusebio Francisco Kino escribió en su obra Favores celestiales a principios del siglo XVIII que:

Otro medio temporal que Nuestro Señor nos da para el fomento destas nuevas conquistas son las cuantiosas estancias que ya hay de ganado mayor y menor, y de manadas de yeguas con muchas caballadas y cabalgaduras, así mulares como caballares, recuas para el trajín y comercio necesarios, con pastos muy pingües y abundantes para todo el año y para carnes muy gordas, de mucho sebo y manteca, y jabón, que ya se hace en abundancia.

Camou Healy en su libro Cocina sonorense menciona que:

Una de las características que buscaban los misioneros en los nuevos puestos de misión era que, además de pastos para las reses, tuviera una buena superficie de “tierra de pan llevar”. Requerían de una parcela apta para la siembra del trigo básicamente por dos razones ya mencionadas: en primer lugar sin hostias de harina de trigo no es posible celebrar la misa; en segundo término, los europeos en general […] no eran muy afectos al maíz y preferían para su consumo el pan de trigo.

El padre Kino, como los misioneros que lo precedieron, procuraba dotar a cada nueva misión con varias cabezas de bovinos y semilla del cereal europeo para que los indios se fueran preparando a recibir y acomodar al sacerdote que vendría a hacerse cargo de la misión.

Poco a poco fue adentrándose el trigo en el gusto de los “sonoras”, particularmente de los que poblaban la pimería. Ahí, la posibilidad de tenerlo como cultivo de invierno determinó el abandono de esquemas de semi-nomadismo y facilitó la congregación de los indios.

Las Coyotas de Sonora, El Origen

Durante el período virreinal, además de su actividad ganadera, Sonora comenzó a ser un importante centro minero, sin embargo, es en el México independiente cuando se aprecia que la labor minera atrae, incluso, a compañías extranjeras, particularmente estadounidenses. Una zona minera muy importante fue Cananea, de hecho, allí se efectuó una huelga de los trabajadores mexicanos mineros en 1906, un importante suceso previo a la Revolución Mexicana de 1910.

Luego de la revolución, el Estado de Sonora continuó siendo muy importante por el ganado y la producción de trigo, sus productos pesqueros, la minería y las nuevas industrias que se establecieron como la automotriz o las maquiladoras. En cuanto a sus trabajos artesanales son muy importantes las figuras de madera palo fierro hechas por los yaquis, mayos, pápagos y seris. Si uno va de visita a la Ciudad de Obregón, en el Valle del Yaqui, se puede comprar en el aeropuerto un “portafolio” de carne, es decir, cortes congelados de carne de res metidos en una caja de cartón, que son exquisitos y muy apreciados para preparar la famosa carne asada sonorense.

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Los Yaquis Combatiendo con Ferocidad en Africa, aqui la Historia:

Legión mexicana combate en el norte de Africa

Grandes buques españoles de pasajeros transportaron a los contingentes mexicanos entre julio y agosto de 1922. La travesía se hizo vía La Habana, para recoger ahí a nuevos mercenarios proporcionados por otros países latinoamericanos. Todos ellos tenían un rasgo en común : eran elementos indeseables para los gobiernos de sus respectivos países.

Tras haber sido reconcentradas en Cádiz, las fuerzas latinoamericanas fueron enviadas a Ceuta y Tetuán. Los yaquis, patéticamente inclinados a luchar contra cualquier enemigo, incapaces de captar la injusticia de su actitud, destacaron muy pronto por la ferocidad con que combatieron a los patriotas rifeños.

La principal acción en la que participaron fue la toma de Melilla, a finales de 1922. Días antes del combate habían empezado a concentrarse frente a Melilla los enemigos de la República del Rif. Los rifeños habían cavado trincheras frente a la ciudad dispuestos a replegarse posteriormente hacia el fuerte de Melilla.

Los sitiadores dieron principio a la batalla bombardeando el fuerte para «reblandecer» las posiciones enemigas. El ataque parecía de opereta : por turno, las fuerzas francesas o españolas cargaban contra la línea de trincheras de los rifeños; a una orden de clarín ponían pecho a tierra, disparaban y se retiraban. Finalmente tocó el turno de atacar a los yaquis.

Dos de sus tres batallones estaban dirigidos por oficiales mexicanos. Comandaba el tercero, cuya oficialidad era latinoamericana, el coronel peruano Luis Miguel Sánchez Cerro. Cuando estas fuerzas, cargando a paso veloz, llegaron a la zona de peligro, el clarín tocó para indicar que se pusieran a resguardo, más los yaquis continuaron el avance.

SUERTE DESCONOCIDA

Los feroces guerreros sonorenses alcanzaron las posiciones rifeñas e iniciaron la lucha cuerpo a cuerpo cargando a la bayoneta calada. Ante el ataque suicida, los defensores de la República del Rif iniciaron la retirada hacia el fuerte. Los yaquis invadieron Melilla y el coronel Sánchez Cerro juzgó que era el momento de solicitar apoyo y disparó una bengala, según la señal convenida.

Atacó entonces el grueso de las tropas y tras algunas horas de combate, el último reducto de los rifeños cayó en poder de los sitiadores. Se considera que las pérdidas de los yaquis fueron considerables aunque no se tiene cifras exactas.
Una vez habían demostrado los yaquis su valor y su arrojo pero la guerra en que estaban empeñados era a todas luces injusta.

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Sangre Yaqui en los Lugares más Recónditos del Planeta

Sangre Yaqui en las Esquinas del Planeta

Hay evidencias inatacables: en aras del exterminio, desde tiempos coloniales, la Sangre Yaqui sufrió los estragos del encierro, el destierro y el entierro. La cartografía de la diáspora yaqui nunca la determinó el placer, el sueño de progreso ni los anhelos de aventuras. La repetición de los intentos de exterminio y dominación corrió a cargo de los invasores.

Con el pretendido empeño de acabar, dominar o desarraigar a la Nación Yaqui asesinaron una y otra vez a su gente. Cuando no los reclutaron con engaños o a la fuerza, muchos de los sobrevivientes fueron apresados, sometidos a tratos de esclavos sin considerarlos esclavos o, alejados de su territorio a cualquier parte del mundo. Dictaba el refrán –y en muchas cabezas retintinean ecos: “El indio que no es manso, que sea indio muerto”.

En la historia del Yaqui la estampa del colonizador genocida es recurrente: figuran linchadores de caudillos, avasalladores de sus mujeres e invasores racistas, a quienes, cuando los nativos del territorio yaqui no estorbaron, los convirtieron en servidumbre forzada.

Los afanes etnocidas hicieron que la Sangre Yaqui se desparramara por los cuatro puntos cardinales. Ganaría el mundo la lealtad, temple y valor que distinguen al heroico Pueblo Yaqui. Por eso los testimonios recurrentes que hablan de la presencia yaqui en regiones distantes del territorio mexicano.

Conocemos que fueron exiliados a Oaxaca, península de Yucatán, el Caribe, Estados Unidos o África, pero sorprende saber que existen remanentes de la montuna sangre yoreme en los recónditos parajes del Archipiélago Filipino. Diez mil kilómetros en línea recta separan a Sonora, la tierra original de los yaquis de las Filipinas.

En el pasado reciente, investigadores acuciosos de la historia filipina, sin afirmarlo categóricamente, insinuaron la presencia de Sangre Yaqui en los indios Macabebes. Los macabebes son nativos filipinos que habitan la región de Pampanga en la Isla Luzón, una de las más grandes del archipiélago filipino. Entre los científicos aparece el antropólogo americano Austin C. Craig, que antes de viajar a Filipinas conoció a los yaquis.

Por ejemplo, se reconoce que el dialecto de los Macabebes es más grave y tonalidades fuertes con respecto a otros idiomas nativos, lo que podría atribuirse a influencias del náhuatl (cahíta )y castellano, los idiomas que les llegados de la Nueva España.

Para acercarnos a esta historia que nos llega tan cerca, es necesario seguirle la pista al contexto histórico en el que se dio. Una vez descubierto el continente americano, los conquistadores españoles reemprendieron la búsqueda de los caminos a las tierras de las especies y a las rutas del retorno a España navegando al oriente, como fue intención de Cristóbal Colón.

Filipinas fue descubierta por Miguel López de Legazpi en 1571, cuando con tales afanes navegaba al oriente, de manera que su descubrimiento constituyó la posesión más distante de la corona española.

El Galéon de Manila, también llamado Galeón de Acapulco o Nao de China, abrió el año 1575 las rutas comerciales entre Nueva España y Filipinas. El galeón salía de Manila, llegaba a las Islas Molucas en Indonesia, y bordeando los litorales del continente americano bajaba desde las costas de lo que hoy es Oregon hasta Acapulco. En Acapulco descargaban las mercaderías, las trasladaban en bestias de carga a Veracruz pasando por la Ciudad de México y, finalmente se embarcaban al puerto de Sevilla, para de allí llevarlas a España y Europa donde eran apreciadas.

En tiempos de la Colonia los viajes ordinarios de ida y de vuelta tardaban entre 75 y 90 días y se hacían dos veces por año. En la travesía las naves se exponían a ciclones y piratas, amenazas reales que provocaban naufragios y terminaban con la vida de viajeros. No era raro que los viajeros sufrieran enfermedades infecciosas o carenciales, que minaban la salud de los navegantes.

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Sonora, Antepasado Apache

Historia de Sonora

Ubicado al noroeste del país, Sonora es un estado con gran tradición indígena apache que a diferencia de la cultura mesoamericana, se distingue por la gran altura y atlética complexión física de sus miembros, y por la hostilidad y violencia con que recibieron a colonizadores y a misioneros.

Numerosas tribus habitaban el extenso territorio, entre ellas destacan los Yaquis, grandes defensores de su autonomía y su cultura, aún conservada. Los seris, grandes artistas que nunca fueron evangelizados por los misioneros católicos; los kikapús, cucapás, pápagos, guarijíos y pimas, este último, nombre genérico que aplica a diversas etnias hostiles de la región.

Establecido el gobernador de la Nueva Galicia en la villa de San Miguel Culiacán, la cual estaba localizada en el vecino estado de Sinaloa, comienzan las expediciones hacia el territorio noroeste del país. El gobierno al mando del capitán Nuño Beltrán de Guzmán envía la que se cree es la primera expedición hacia el actual estado de Sonora, en 1533, comandada por Diego de Guzmán.

Sin embargo, en 1536, llegan a Culiacán los españoles Álvaro Cabeza de Vaca, Andrés Dorantes, Álvaro del Castillo y el negro Estebanico acompañados de numerosos indígenas quienes les habían ayudado en su recorrido a través del nuevo territorio.

Según recuentos de los mismos protagonistas, eran sobrevivientes de una fallida misión hacia Florida, emprendida 5 años antes. Y contaban que durante su travesía habían sido testigos de la existencia de dos ricas ciudades indígenas, Cíbola y Quívira.

La codicia que estos relatos despertaron entre los españoles, provocó que dos misiones fueran enviadas en 1537 y en 1540 con el objetivo de encontrar la mágica ciudad de Quívira; sin embargo ambas empresas resultaron un fracaso.

No es sino hasta 1637 que nace la Nueva Andalucía, teniendo como gobernante a Don Pedro de Perea. Para este entonces, los jesuitas radicados en Sinaloa ya habían avanzado al norte para continuar con su labor evangelizadora. Pero es en 1687, cuando un grupo de jesuitas al mando del fray Eusebio Francisco Kino contribuyeron al desarrollo de una gran parte no sólo de Sonora, sino también de Arizona y de las Bajacalifornias.

El padre Kino, como era conocido, fue un gran hombre generoso y justo con los indígenas; entre sus grandes obras se cuenta el establecimiento de los pueblos de Los Remedios, Imuris, Magdalena, Caborca, San Ignacio y de la misión de Nuestra Señora de los Dolores, entre otros. Además de ser un gran maestro en el arte del cultivo y la construcción de viviendas.

Durante la época de la colonia, los actuales estados de Sonora y Sinaloa fueron unidos y separados al menos un par de veces. Y no es sino hasta el año de 1831 cuando después de haber conformado el Estado de Occidente durante el periodo de post-libertario del país, que se declara la separación definitiva de estos dos estados. El primer gobernador del estado soberano sonorense fue Don Manuel Escalante.

En 1847, cuando Estados Unidos inicia su labor expansionista e invade México, Sonora sufre la pérdida de la mitad de su territorio con la firma del tratado de La Mesilla. Pero esta no sería la última vez que los sonorenses se veían amenazados por los ejércitos extranjeros, pues en 1865, durante la Intervención Francesa en México, los soldados mexicanos debieron dar batalla al enemigo en la famosa Batalla de Álamos.

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Artesanía Sonorense, el Palo Fierro

Por: Ángel Mendoza Cruz

Desde mucho tiempo atrás, los grupos étnicos seris y yaquis han trabajado la madera del palo fierro, su distribución abarca el desierto de Sonora, la península de Baja California y el suroeste de los Estados Unidos (Arizona y California).

Los seris y yaquis se inspiraban en el entorno que les rodeaba para hacer sus piezas, como por ejemplo cactus, saguaros, animales como el correcaminos, tecolote, águilas, tortugas, liebres, focas, lobos marinos, pez vela, delfines, tiburones, entre muchas cosas más. La madera del palo fierro es muy parecida a la del ébano, es muy dura, de una consistencia vidriosa y la hebra es rectilínea, no tiene betas ni poros, por lo que no le entra la humedad, y a diferencia de la mayoría de las maderas que flotan, ésta se hunde en el agua.

Algunas personas la utilizaban como carbón porque dura mucho la braza. De ahí su nombre de palo fierro. Don Manuel Vargas Oros, artesano de Santa Ana, localidad al norte del estado, nos contó: “Hay días que salgo temprano para buscar un poco de madera. Antes los tenía más cerca de mi casa, pero ya se están acabando”.

Con más de 15 años trabajando el palo fierro, don Manuel continuó su relato: “En otras ocasiones tengo que adentrarme por el desierto en mi vehículo, durante varias horas. Hay que buscar los troncos que estén secos porque son los mejores para trabajar, también buscamos a los que les cayó un rayo y ya están totalmente muertos y que por cierto, son el hábitat de animales como víboras, monstruo de gila, lagartos pequeños o de aves como búhos, halcones, aguilillas o lechuzas. En ocasiones los cortamos y los dejamos secar hasta cinco años, porque si no esperamos, al trabajar esa madera queda rojiza-amarilla y es más difícil de manejar”.

Don Manuel nos contó también que antes los seris y los yaquis la trabajaban totalmente a mano: “Ellos cortaban la madera con hacha, con la escofina le daban forma, con un vidrio la alisaban, la pulían con arena fina del desierto, y el acabado final se lo daban con cebo de coyote.

Se tardaban, pero eso sí, les quedaban unas esculturas ¡chulas como ellas solas! Ahora nosotros ya usamos motosierras, motores con esmeril, lijas, mantas para pulir y tintas artificiales”. Sobre el proceso de elaboración, don Manuel nos continuó explicando que ya cuando la madera está seca y lista para trabajar, cortan pequeños trozos como de 10, 20 o 30 centímetros, dependiendo de la pieza, para poderla manipular mejor frente al motor.

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Los Yaquis, «Los mas Fieros Guerreros de las Tribus Cahita»

La Guerra del Yaqui: Inicios.

Una tarde del verano de 1607, una columna de españoles de la Capitanía de Sinaloa, bajo el mando de Diego Martínez de Hurdaide, se internó en la Sierra de Bacatete, al sureste de lo que hoy es el estado mexicano de Sonora.

Iban siguiendo a un grupo de indígenas ocoronis que habían atacado la villa de San Felipe y Santiago para ajusticiarlos. Desde hacía un par de años, los rebeldes ocoronis y zuaques se habían refugiado entre sus aliados yaquis, una belicosa etnia conformada por varias tribus que ostentaban el título de los más fieros guerreros de las tribus cahita.

El capitán y alcalde mayor Diego Martínes, había dado un ultimátum a los líderes de esta nación: entreguen a los rebeldes o aténganse a las consecuencias. Y las consecuencias fueron cuatro años de desastrozas campañas que terminaron muy mal para los españoles, incluída una batalla en la Sierra del Bacatete en la cual casi pierde la vida el capitán castellano.

Al final, presionado y hostigado por las autoridades de la Nueva España, Diego Martínez tuvo que firmar un pacto de paz vergonzoso, tomando en cuenta que el glorioso ejército español había avanzado durante veinte años hasta el norte de lo que hoy es el terrirorio mexicano, sin perder un solo enfrentamiento contra las tribus chichimeca.

Desde 1533 se tenía constancia de la belicosidad y la rudeza de esta gran etnia. Entonces, Diego Guzmán había llegado con sus conquistadores hasta los límites del Río El Fuerte, donde se encontró con una coalición de guerreros mayos y yaquis, quienes en acto simbólico pintaron una raya en la tierra frente a la mirada del capitán, advirtiéndole de lo insensato que sería el internarse en sus territorios.

Diego Guzmán mandó formar filas y descargar los arcabuces, mismos que habían dado buenos frutos contra otras tribus de la zona, pero contra los yaquis y mayos lo que provocó fue una andanada furiosa de flechas y lanzas que casi terminó en una tragedia para los aventureros castellanos.

Durante siglos los yaquis siguieron gozando de esta posición de influencia local y tranquilidad, tornándose la nación indígena más influyente de todo el Noroeste de México.

Con la llegada de las órdenes jesuitas, los yaquis fueron volviéndose cada vez menos agresivos.

Dejaron de atacar a los poblados hispanos, abandonaron las prácticas de abijeo y se dividieron, para su gobierno, en ocho diferentes estados. Los misioneros cristianos los evangelizaron y educaron según las necesidades del nuevo estado de la Nueva España, que tenía serias pretensiones sobre los territorios de los yaquis.

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